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Los retos del campo

Según el gobierno mexicano, son varios los problemas que tiene el campo, y se presentan a continuación.

El Programa Nacional de Desarrollo Agropecuario, Pesquero y Alimentario 2013-2018 (PNDAPA) señala que el campo mexicano presenta signos de agotamiento reflejados en un estancamiento de la productividad, competitividad y rentabilidad.

Algo similar dice en el Programa para Democratizar la Productividad 2013-2018 (PDP): mientras que el valor agregado por productor de los trabajadores en el sector agrícola mexicano aumentó en 0.5 veces entre 1980 y 2010; en Brasil, Chile y China creció 3.8, 2.6 y 3.0 veces, respectivamente.

Algunas de las razones que se dan en estos documentos para explicar el agotamiento y la falta de productividad, competitividad y rentabilidad son las siguientes:

Tamaño del predio. Hay un reto muy grande para que los productores de pequeña escala alcancen “economías de escala”, lo cual significa que para estos productores, si no están organizados, los costos de producción son mayores. Además, hay barreras para acceder a mercados y financiamientos.

Sin embargo, países como Brasil, Chile, China o Perú, donde las pequeñas a muy pequeñas unidades productivas son ampliamente predominantes, muestran alzas muy importantes en la productividad sectorial y en los ingresos de los productores, así como una caída en los índices de pobreza, lo que demuestra que se puede combinar la agricultura a pequeña escala con una mayor productividad y crecimiento económico y social en el campo.

Bajo crecimiento de la producción.  La baja productividad se refleja en un escaso crecimiento de la producción: entre 2000 y 2012, la agricultura creció apenas 1.4% cada año, la ganadería 1.8%, y la pesca y la acuacultura no crecieron. La tasa de crecimiento de la economía nacional fue de 2.1% anual para el mismo periodo.

Baja disponibilidad de agua de riego.  Más de la mitad del país (60%) se localiza en zonas áridas o semiáridas, el cielo alimenta las reservas de agua con poco más de un millón y medio de metros cúbicos de agua de lluvia al año y tres cuartas partes de este bien  (77%) se utiliza en la agricultura, con grandes deficiencias en su uso y suministro.

  •     Tres cuartas partes (74%) de la superficie agrícola se cultiva en terrenos de temporal, por lo que la producción está más expuesta a los efectos climáticos (sequías, inundaciones, heladas, entre otros);
  •     Solo una cuarta parte (26%) de la superficie cultivada cuenta con riego.

Además, para 2012, sólo 3.3 millones de hectáreas de tierras de riego habían sido modernizadas y tecnificadas, 55% de la superficie total de riego en el país (SEMARNAT, DOF, 12-12-2013).

Economía ambientalmente no sustentable.  De acuerdo a la SEMARNAT el crecimiento del país ha estado lejos de ser ambientalmente sustentable. Paralelamente al aumento del producto interno bruto (PIB) crecieron las emisiones de bióxido de carbono (CO2) -el principal gas responsable del efecto invernadero-, la generación de residuos de distintos tipos y la descarga de aguas residuales, a la vez que la cubierta de bosques y selvas se redujo. Esta pérdida y deterioro del capital natural viene acompañada de importantes costos económicos. Según cálculos del Instituto Nacional de Estadística y Geografía (INEGI), el costo total del agotamiento y la degradación ambiental (CTADA) representó 6.5% del PIB en 2011 (SEMARNAT).

Cambio climático.  Gran parte del territorio mexicano es vulnerable al estrés hídrico, es decir, a problemas de acceso al agua. Esta situación se agrava por el cambio climático, lo que se refleja en sequías, heladas fuera de época, inundaciones por altas precipitaciones, y mayor presencia de plagas y enfermedades. Todos estos factores generan incertidumbre entre los productores agropecuarios y forestales. Se debe recordar que el 78% de las Unidades de Producción censadas en 2007 reportaron como el principal problema los aspectos relacionados con las cuestiones climáticas.

Baja capacidad de respuesta para incorporar los avances tecnológicos.  En México son débiles los procesos de innovación tecnológica entre la gran mayoría de los productores agropecuarios y forestales. Una de las causas es la baja inversión en ciencia y tecnología para el sector agroalimentario, la que no alcanza el 0.6% del producto sectorial (IICA, 2012). Además, los temas de extensión y transferencia tecnológica son rudimentarios, y hay pocas organizaciones de productores que estén jugando un rol de liderazgo en procesos de innovación tecnológica.

Baja calidad del gasto público.  El gasto público agropecuario por productor en México es comparable o superior al de otros países con similar nivel de desarrollo, pero los resultados son claramente insatisfactorios. En el período 2003-2014 el presupuesto creció 180% mientras la medición de la pobreza en sus tres dimensiones reporta una mejoría no mayor al 4%. La disponibilidad de alimentos producidos en México cedió terreno ante las importaciones, salvo en el caso de algunas frutas y verduras.

La baja calidad del gasto sectorial se expresa en:

  •         Pulverización extrema de la oferta pública (más de 150 programa o componentes);
  •         Dispersión e irregularidad de los servicios prestados a los productores;
  •         Muy baja a nula cobertura de los programas productivos entre los productores de pequeña escala;
  •         Concentración del gasto en las entidades federativas y los productores con mayor capacidad económica y poder de cabildeo político;
  •         Exceso de gasto en transferencias privadas con la consiguiente sub-financiación de bienes públicos fundamentales (como lo ya señalado en ciencia y tecnología);
  •         Debilidad de una cultura de transparencia y rendición de cuentas y, finalmente:
  •         Ausencia de evaluaciones de resultados e impactos que permitan tomar decisiones sobre la continuidad o el reforzamiento de los distintos programas según evidencias rigurosas de cumplimiento de objetivos y costo-efectividad.

Los factores anteriormente señalados, conducen a un desarrollo económico y social sectorial que claramente está lejos del potencial del país, y vemos dos grandes consecuencias:

Aumento de las importaciones y disminución de las exportaciones: déficit en la balanza comercial. Si bien México es el octavo productor mundial de agroalimentos y las exportaciones agroalimentarias muestran un gran dinamismo con ingresos superiores a las remesas y al turismo, la producción nacional es insuficiente para abastecer la demanda interna de algunos alimentos básicos. En 2012 México importó 32% del consumo interno en 10 productos básicos (maíz, trigo, frijol, arroz, soya, sorgo, carne de bovino, porcino y ave, y huevo). Además, el país importó el 79% del consumo doméstico de arroz, 93% de oleaginosas, 58% de trigo y 82% de maíz amarillo para consumo pecuario e industrial. Más allá de lo que ello implica desde el objetivo de seguridad alimentaria, es indudable que México tiene el potencial de ser competitivo en varios de los rubros mencionados.

Pobreza persistente. En los últimos 20 años muchos países de América Latina han reducido la pobreza rural en forma notable, lo que lamentablemente no ha sido el caso en México. Según el Consejo Nacional de Evaluación de la Política de Desarrollo Social (CONEVAL), en 2014, 61.1% de la población rural vivía en condición de pobreza y 20.6% en pobreza extrema (tasas de incidencia que eran 19.5 y 14.4 puntos porcentuales mayores que las cifras correspondientes para el sector urbano). En el mismo año, 32% de la población rural tenía carencias de acceso a la alimentación, 11 puntos porcentuales más que en la población urbana. Lo más preocupante es que la situación no ha cambiado significativamente si comparamos los años 2014 y 1992.

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